Arturo Ambrogí.
(San Salvador, 1878 - 1936) Escritor salvadoreño. El aprecio por las
costumbres de su país natal, El Salvador, y la atracción paralela que sintió
por la cultura de tierras lejanas marcaron de manera singular la obra creativa
de Arturo Ambrogí. La calidad de su obra y su estilo mordaz lo ubican entre los
escritores más importantes de su país.
Nacido en 1878 en San Salvador, en el seno de una familia acomodada de
origen italiano, Arturo Ambrogí estudió en el Liceo Salvadoreño y recibió muy
pronto la influencia del modernismo liderado por Rubén Darío. Fue Director de
la Biblioteca Nacional y periodista; escribió sus primeros artículos en El
Fígaro, y llegó a trabajar en periódicos importantes como La Ley de Santiago de
Chile y La nación de Buenos Aires, colaboraciones que simultaneó con la carrera
diplomática.
Posteriormente fue nombrado cónsul, y como tal viajó por los Estados
Unidos, Europa, China y Japón, además de otros lugares exóticos. Las
experiencias vividas durante esos años fueron la fuente de varios libros de
viajes, como Marginales de la vida (1912), Sensaciones del Japón y la China (1915)
y Crónicas marchitas (1916), en los que el autor plasmó su agudo poder de
observación y su singular capacidad descriptiva.
Sería, no obstante, en el terreno narrativo donde Ambrogi hallaría
mejor cauce de expresión para su talento. Influido por el modernismo, que
dominó sus colecciones de relatos Bibelots (1893) y Cuentos y fantasías (1895),
el autor evolucionó después hacia una mayor preocupación por la realidad
cotidiana del país. Muestra de ello fueron las narraciones costumbristas El
jetón y Atanasio Aquino Rex, que introdujeron este género en El Salvador.
Fallecido en San Salvador en 1936, el influjo de Ambrogi fue determinante en la
producción de los escritores salvadoreños posteriores.
El estilo de Arturo Ambrogi resulta seductor debido a la precisión para
el detalle y las sensaciones y a su gran fuerza descriptiva, propia de la
pintura de la época, así como por el refinamiento y corrección de la prosa y su
sutil ironía. Su obra, en general, puede inscribirse dentro del impresionismo
literario, y también puede ser estudiada como una tensión entre sus deseos de
modernidad y sus preocupaciones regionalistas, o entre su cosmopolitismo y
cierto costumbrismo positivo que le hizo producir un título como Libro del
trópico (1907), donde profundiza en el campo y en los problemas y sentimientos
de sus campesinos a través de relatos y descripciones. Luego aparecería El
segundo libro del trópico (1916), y más adelante los reuniría en un solo
volumen. Entre sus obras figuran, además de las mencionadas, Manchas, máscaras
y sensaciones (1901), El Tiempo que pasa (1913) y la póstuma Muestrario (1955).
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